El cuerpo físico es un símbolo, lo que vemos, lo que tocamos, lo que pensamos que somos, es solo carne. Entonces el ser humano se empecina por ser algo más, por demostrar que su individualidad es eterna y crea elementos visuales a su imagen y semejanza, crea algo donde pueda verse reflejado y así, intentar entender su mortalidad. Esto me lleva de nuevo al amplio y misterioso mundo de las imágenes construidas por el hombre. Esto me lleva encontrar en su representación un carácter que roza con lo mitológico, en donde somos entidades eternas y representamos el universo en una sola vasija. Cada historia, cada mito, cada símbolo alegórico y arquetipo se repite a lo largo de la historia, pero aquellos personajes representados que donan sus cuerpos para un bien común, para algo más grande que ellos son simplemente eso, una imagen individualmente inexistente, pero universalmente omnipresente. Estos personajes que se convierten en ídolos que simbolizan una amalgama de características buscadas por cada uno de nosotros dentro de historias fantásticas poseen mil rostros, mil rostros encontrados en aquellos que secretamente donan su imagen y su indispensable identidad.